Desde
que puedo recordar, los mecanismos de automación y yo, no tenemos
“feeling”.Quizá debido a eso tuve que desarrollar un sistema para
abstraerme de las curvas tomadas con mucha rapidez,del olor a
tapicería,de los frenazos bruscos, de compañeros de viaje incómodos.
Independientemente
de las inclemencias del tiempo, yo intento que la ventanilla este
siempre bajada, aunque sea solo lo justo para sacar la mano y que me de
el aire en alguna parte del cuerpo.Lamentablemente desde que el aire
acondicionado llegó de forma avasalladora para facilitar la vida de
viajeros, a mi me la complicó sustancialmente.
A
si pues para mitigar todos estos inconvenientes tuve que desarrollar la
observación meditabunda a través de las ventanillas, ya sea de coches,
autobuses, trenes,los aviones no los incluyo, la visión que ofrecen es
muy aburrida.
Esta “observación” me lleva a un estado diferente, el silencio se acomoda conmigo, mi mirada se acomoda a la ventanilla.
Cuando delante de mí empiezan a discurrir paisajes nuevos, mi mirada viaja como un ave, libre como la brisa.
La
cosa cambia, sin embargo, cuando los trayectos son rutinarios, mi
mirada cae sobre los mismos objetos, una y otra vez,sin saber por qué
unas cosas llaman más mi atención que otras, pareciendo que sigo un
ritual a la hora de dedicarles mi tiempo, aunque sea solo por unos
segundos.
Son
de estas pequeñas cosas que no suelo compartir con nadie, de hecho
cuando he tenido que compartir espacio con personas que no paran de
verbalizar cualquier menudencia que observan, agitan mi propia
observación, siendo para mi, puro ruido todo lo que sale de sus bocas.
No
obstante en alguna ocasión he sido capaz de salir de mi misma y hablar a
los otros de lo que veo, como por ejemplo en el caso de la vieja casa.
Hace
años en mi ciudad natal, en verano, al regresar de la playa mi padre
siempre tomaba el mismo camino para llegar a casa, mientras posaba mi
mirada soñolienta entre el tráfico,con la sensación en la piel de
salitre, especialmente sensible por el sol, y ese calor que abrumaba
dentro del coche,observaba gente, coches, edificios, pero siempre mis
ojos se dejaban caer más allá de la indiferencia en la casa misteriosa,
así la llamaba yo, bueno mejor decir que así la “pensaba” porque aún no
había hablado con nadie de ella.
Era
un palacete que se había quedado aislado entre edificios altos y más
contemporáneos, tenía ventanas tristes de madera, una torrecilla acabada
en punta y desde luego necesitaba con urgencia una buena pintura.
En
aquel tiempo el nombre de las calles era algo ajeno a mi, solo sabía
que la casa misteriosa estaba en el camino de la playa y año tras año
fui aprendiendo las pistas para detectar cuando debía prestar atención
porque en unos segundos se presentaría delante de mí con su majestuosa
tristeza y abandono, ofreciéndole toda mi admiración silenciosa.
Años
después, rompí ese silencio y les hice partícipes a mis padres de la
casa, tenía algo de miedo de compartir esta relación tan especial que
habíamos mantenido en secreto la vieja casa y yo, llegué a pensar a
veces que solo yo podía verla.
Ellos
quedaron sorprendidos porque confesaron que nunca habían reparado en
ella.Creo que se sintieron un poco avergonzados por ello,ambos aman su
ciudad y son muy sensibles a sus lugares hermosos,peculiares o
emblemáticos.El hecho de que se les escapara aquella casa no les hizo
sentir bien,porque a pesar de su abandono era evidente que era hermosa y
enigmática.
Podría
asegurar que desde ese dia para ellos también fue un lugar donde posar
la vista,a partir de ese momento, juntos observábamos la vieja casa,
como alguien la compró y la pintó devolviéndole su dignidad de nuevo y
fui feliz de ver que no solo yo era testigo de esos cambios.
A
pesar de lo positivo que fue para mi compartir esta experiencia, ya no
lo he vuelto a hacer, quizá porque las cosas que observo en mis nuevos
caminos rutinarios que se han ido sucediendo y cambiando a lo largo del
tiempo, no me han inspirado esa sensación de misterio y complicidad, o
quizá con el devenir de los años, esta manera de observar el mundo se
convirtió en algo muy íntimo.
En
cualquier caso siempre estoy al acecho de algo que me conmueva, algo
que haga que mi mirada le de sentido a aquello que observo
.
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Buenos días, Eva, ¡me ha encantado tu reflexión! ¿Vuelves a cultivar el blog? ¡Espero que sí!
ResponderEliminarQue gracia hija, si me acurdo sel dia que lo descubriste, eras una adolescente jajaja ¿ recuerdas lo que comento la abuela,,Que fue un prostibulo de los mas caros de la ciudad, ?. Que cosas, bueno en esa goto que has puesto ya esta reformada, tu la conociste en un tono muy oscuro, MUY BURNO ,,,,
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