En las paredes de mi cuarto nunca hubo pósters de algún guaperas de la época, ni mi carpeta del instituto estaba llena de recortes con los ídolos juveniles del momento.
Sin embargo reconozco haber tenido dos ídolos, si así se les puede llamar, en mi niñez.
En los años 80, no recuerdo el año, televisión española apostó por unos ciclos de cine clásico de determinados artistas, reconozco que no me perdí una sola película de Imperio Argentina, recuerdo tener que irme al cuarto de mis padres porque nadie de la familia quería ver esas antiguallas en blanco y negro, pero a mi me encantaban, tenía una chispa esa mujer¡.
Otra de mis debilidades fue más continuada en el tiempo.
Aun recuerdo a mi padre gritando desde el comedor:
-Están haciendo una peli del artista con cabeza de pera que a ti tanto te gusta¡¡
Mi padre solo veía lo superficial del asunto pero yo apreciaba su arte, aun hoy lo admiro, si, mi amigo Fred Astaire. Su forma de bailar era una inspiración, ese hombre delgado y no muy agraciado, cuando bailaba me trasmitía unas ganas terribles de moverme tan bien como él lo hacía, con él bailar parecía la cosa mas natural del mundo. Su cara tenía un gesto pícaro que me hacía sentir bien.
Pasaron los años y hasta ahora no ha habido nadie de la pequeña pantalla que me halla ensimismado tanto como estos dos personajes.
Sin embargo reconozco haber tenido dos ídolos, si así se les puede llamar, en mi niñez.
En los años 80, no recuerdo el año, televisión española apostó por unos ciclos de cine clásico de determinados artistas, reconozco que no me perdí una sola película de Imperio Argentina, recuerdo tener que irme al cuarto de mis padres porque nadie de la familia quería ver esas antiguallas en blanco y negro, pero a mi me encantaban, tenía una chispa esa mujer¡.
Otra de mis debilidades fue más continuada en el tiempo.
Aun recuerdo a mi padre gritando desde el comedor:
-Están haciendo una peli del artista con cabeza de pera que a ti tanto te gusta¡¡
Mi padre solo veía lo superficial del asunto pero yo apreciaba su arte, aun hoy lo admiro, si, mi amigo Fred Astaire. Su forma de bailar era una inspiración, ese hombre delgado y no muy agraciado, cuando bailaba me trasmitía unas ganas terribles de moverme tan bien como él lo hacía, con él bailar parecía la cosa mas natural del mundo. Su cara tenía un gesto pícaro que me hacía sentir bien.
Pasaron los años y hasta ahora no ha habido nadie de la pequeña pantalla que me halla ensimismado tanto como estos dos personajes.