martes, junio 08, 2010

Micro Tragedias


Muchos de los pequeños dramas que me suceden se podrían englobar, en su mayoría, en dos categorías, mi despiste congénito y falta de previsión ante los acontecimientos venideros.

Suele ganar la mayor de las veces ese despiste que siempre me acompaña, hoy he sufrido uno y apartir de este acontecimiento que me ha trastocado la mañana he revivido todas las micro tragedias que me han ocurrido no hace tanto.

Mientras miraba como el cajero iba pasando los alimentos por la banda con ese consabido pitido que te indica que tu cuenta va creciendo, llega el fin del pitido y abro mi monedero, oh sorpresa los 30 dolares que debían estar ahí se habían esfumado, lo primero que uno hace en tales circunstancias es rebuscar en el bolso pero nada, le digo al muchacho que me aparte la compra y voy corriendo a la farmacia, porque mientras rebuscaba en el bolso recuerdo que la ultima vez que mi monedero vio la luz, fue allí.

Corre que te corre , tanto tus piernas como tu cerebro, este último sabiendo que esos dolares están ya en bolsillo ajeno, cuando llego allí nadie había visto nada, es lo que tiene un puñado de billetes cuando aparece sin dueño a la vista, en seguida se transforma en invisible para el paleto que se olvidó de ellos, en este caso yo.

Salgo de allí cabreada con mi despiste y con la poca moralidad del mundo, soluciono el problema volviendo a casa y cogiendo la tarjeta.Vuelve al super, y vuelve a pasar la compra de nuevo por la caja.

Conclusión han sido las tiritas más caras que he comprado nunca, espero que sean buenas.

Otra vez que me costó caro el despiste fue hace años en Leganes, me dejé el bolso en el cine, volví corriendo, y el bolso había desaparecido en los 6 minutos que me costó reaccionar, esta vez también hubo una convinación de despiste mio y falta de moral por parte ajena.

Aunque la mayoría de las veces el pago más caro es el desgaste físico y de tiempo, como cuando sales de casa para pagar la inscripción de ingles, revisas que llevas el dinero y cuando casi llegas a la puerta de la universidad unos 15 minutos después de salir de tu casa y bajo un sol tropical, te percatas que el papelito que es inprescidible para esa diligencia no lo llevas encima, jarrrr.

Otras vivencias son del tipo de ir a comprar algo concreto en el supermercado, llegar a casa con unas bolsas llenas y esa cosa por la que fuiste adrede a comprar va y no esta entre las bolsas porque se te olvido comprarla...

A lo largo de los años he intentado elaborar estrategias para no olvidar las cosas, como una vez encasquetarme el bolso para salir de casa no soltarlo hasta que llego de nuevo a mi hogar, o ponerlo en un sitio muy visible para no dejarlo en casa de otros.

O comprarme como hoy una billetera gigante para que no tenga que sacar un fajo de 30 dolares arrugados para sacar las puñeteras monedas,y dejarlo en un mostrador solitos a la espera que un desalmado sin escrúpulos se los lleve.

Luego están las micro tragedias por falta de previsión, como necesitar tu móvil con urgencia y no haberlo recargado previamente, o sentarte en la taza del vater y cuando echas mano al papel higiénico va y esta a varios metros, porque no tuviste la prevision de reponerlo....

Preparare la bandejita de la cena y cuando estas en el comedor para incar el diente a la comida resulta que no tuviste la prevision de poner un tenedor para comer esas ricas viandas.

En fin son tantas y tantas micro tragedias que paro aquí porque sino sería muy largo, otro día que este de mejor humor prometo hacer una lista de micro alegrías.

6 comentarios:

  1. Hasta las micro-tragedias contadas por ti, parecen chistes, claro está que cuando le pasan a uno mismo, en ese momento no lo tomas como algo gracioso. Es como cuando alguien se cae un porrazo y todos se ríen menos el que se cae, pero si luego pasados los días se pone a contarlo ya no es lo mismo, puede que(si el porrazo no ha sido muy dramático) hasta él lo vea desde otro punto de vista.

    Por si te sirve de consuelo, creo que casi todos nos hemos encontrado en situaciones como las que has contado, sobre todo la del móvil o la del papel higiénico.

    Que más te puedo decir, que estoy ansiosa porque tengas un buen día y nos cuentes tus micro-alegrías (lo prometido es deuda).

    Como siempre, un besote de tu fiel seguidora.

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  2. JA JA JA querida hija te puedo escribir un libro entero,y tu lo sabes,

    HIJA de tu padre, no haria falta sacar en caso de duda el A D N para nada,

    Yo tengo la certeza de que poneis antes en movimiento el cuerpo que el cerebro.( sin duda, por no doleros las piernas)

    De todo manera, despues de lo que estoy viviendo yo estos dias visitando a tu tia , te digo cariño que te rias y ya te compras com0 tu dices tu cuando trabajabes no tenias tanto despieste, ahora tienes el SINDROME del AMA de cASA

    mIRA CORAZON , E3SO SON ANECDOTAS bonitas. aun que perdieras 30 dolares,

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  3. OTRA vez al comentario, pues como lo estoy respondiendo, con el ordenador pequeño, es tan estrecho la banda del parrafo, que se mezclo

    Y a lo que me referia es que te compres un bi8lletero mas grande que el bolso

    y tel poses penchat al coll

    La Mareta

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  4. Nena, nenita, nena.... ainssss de que jod... jod... eso está claro, pero ojalá todo en tu vida sean microtragedias....es mi sincero deseo.

    ¿Soluciones?? pos ya has tomado previsiones... el monedero mas grande y hay una cosa que se llama papel y lápiz... y se hace una lista. Pero claro, luego no hagas como yo que la tonta se deja la lista...jajajja

    Pa que veas, lo del papel higiénico, me pasa menos ahora, que tengo un porta rollos que caben 3, entonces la frecuencia del olvido es menos....que conste, que igual me cabreo.

    Se dice que a base de golpes se aprende, creo que los olvidos ni con palizas, desaparecen.

    Un beso guapa... ánimo...y cuentanos pronto tus microalegrías...

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  5. Siempre que pierdo algo, siento mucha curiosidad por quien encontró ese algo y cómo.
    El otro dia me encontré en el suelo del ascensor un billete de 10 euros y me dió apuro cogerlos. Ojalá no fueran de nadie, pero inevitablemente alguien los perdió.
    ¿Os imaginais como me sentiría si me encontrase un millón de dólares?...
    en fin: estas anécdotas monetarias no merecen ser tragedias, ya que como bien dices es más bien el trastorno de salir los pantalones por los tobillos a por un rollo de papel ;)

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  6. Yo más que los olvidos en sí, lo que más recuerdo de mi pasado más o menos reciente son los temores a ciertos olvidos o despistes. Uno de los más recurrentes y chuscos, de la época en que vivía en Toledo e iba en coche a estudiar a Madrid, era pensar que se me había olvidado ponerme los zapatos y que iba con zapatillas de andar por casa, de esas de felpilla, cuadritos y suela de goma atrapapelusas. Me entraba una angustia que no veas, sólo de imaginarme entrando en clase con semejante facha.

    En estos tiempos, en cambio, me posee el trastorno compulsivo de comprobar quince veces que he cerrado la puerta de la buhardilla. Como no tiene pestillo y hay que echar la llave, día sí día también me encuentro volviendo hacia atrás, subiendo el piso que había descendido ya, para empujar la puerta y comprobar si de verdad he cerrado bien. Para evitar esto, lo que hago nada más girar la llave es empujar con energía la puerta. Al irme, la impresión que ha quedado en mis carnes después de "ahombrarme" sobre la puerta me recuerda que ya he hecho la comprobación.

    En cuanto a extravíos de dinero, recuerdo uno de mi infancia, que me dejó un mal sabor de boca que aún retorna. Me envió mi madre a comprar algo a la ferretería de al lado del portal donde vivíamos, en Coslada. Me dió cien pesetas de las de entonces, un billete marroncillo con la cara de Manuel de Falla. Cuando llegué a la tienda, que estaba estrictamente a dos pasos, no lo tenía. Volví atraś, lo busqué, no lo encontré en toda la escalera (vivíamos en un cuarto piso sin ascensor), ni en la calle ni en la tienda; subí y se lo dije a mi madre. Me dolió sobre todo el hecho de me miró con cierta desconfianza, que calló pero que no pudo evitar aflorara por sus ojos. Nunca supe nada de aquel billete: se había esfumado como por arte de magia. Se me caería del bolsillo y alguien lo encontró. Lo que no he logrado asimilar del todo era aquella expresión de mi madre...

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